Hoy es uno de esos días, uno de esos tres días al año en los que darías cualquier cosa para no tener que ir al cole. Si amigos, hoy es el terrible día de las NOTAS.
Si, ya lo sé, tu sabes perfectamente las que te van a quedar y las que no, pero hasta que no lo veas reflejado en el folio blanco de mano de tu tutor no pierdes la esperanza.
Después de ver caras de alegría y decepción entre la gente de la clase te toca lo peor, decírselo a tus padres. Antes, claro, exige un método de preparación que se basa principalmente en halagos, sonrisas y buenas palabras, hasta que llega La Pregunta: ¿Y las notas?. A partir de ahora la conversación derivará en un bucle de excusas y rodeos constantes; que si el profesor te tenía manía, que si todo el mundo ha suspendido, que si ha puesto las notas injustamente… Hasta que te das cuenta que nada de ello te servirá para librarte de la bronca ni de la recuperación.
Después de ver caras de alegría y decepción entre la gente de la clase te toca lo peor, decírselo a tus padres. Antes, claro, exige un método de preparación que se basa principalmente en halagos, sonrisas y buenas palabras, hasta que llega La Pregunta: ¿Y las notas?. A partir de ahora la conversación derivará en un bucle de excusas y rodeos constantes; que si el profesor te tenía manía, que si todo el mundo ha suspendido, que si ha puesto las notas injustamente… Hasta que te das cuenta que nada de ello te servirá para librarte de la bronca ni de la recuperación.
Pero bueno, realmente hacemos un mundo de todo esto. La vida es algo más que un boletín de notas, porque ¿qué es lo peor que nos puede pasar? Que tendremos que estudiar un poco más y aguantar alguna que otra mala cara, cosas fáciles de solucionar con una noche de sábado y buenos amigos.